INVESTIGACIÓN. El trabajo no registrado afecta a millones de trabajadores en Argentina, especialmente a jóvenes y mujeres, que enfrentan tasas de precariedad laboral mucho mayores que otros grupos según una investigación de la UBA
El empleo informal asalariado sigue siendo una problemática estructural en Argentina. En el tercer trimestre de 2024, la tasa de informalidad alcanzó el 36,7% entre los asalariados, lo que implica que casi cuatro de cada diez trabajadores en relación de dependencia no están registrados en la seguridad social. Según los datos de la Encuesta Permanente de Hogares (EPH) del INDEC, esta cifra representa un aumento interanual de un punto porcentual y posiciona al país en niveles similares a los registrados en 2008. A pesar de fluctuaciones puntuales, desde 2003 la tasa se mantiene constantemente elevada, oscilando entre el 32% y el 36% durante los últimos dieciséis años.
Las brechas de informalidad por género son evidentes. En el segundo trimestre de 2024, la informalidad asalariada total fue del 36,3%, con una incidencia más alta en las mujeres (38,9%) que en los hombres (34,2%). Aunque las mujeres representan el 46% del empleo asalariado, contribuyen al 49% de la informalidad total. Esto se debe a su mayor exposición a sectores precarizados como el servicio doméstico, que exhibe una tasa de informalidad del 76,3%.
La edad también influye significativamente en la incidencia de la informalidad. Los jóvenes de entre 16 y 24 años enfrentan una tasa del 64,3%, lo que significa que más de seis de cada diez no tienen cobertura legal ni acceso a seguridad social. Por el contrario, los asalariados de entre 45 y 64 años presentan la menor tasa de informalidad, con un 27,5%. Este comportamiento, en forma de "U", muestra que tanto al inicio como al final de la vida laboral la precariedad es más común.
El nivel educativo juega un rol crucial en la informalidad. Mientras que el 56,4% de los asalariados con nivel educativo bajo (secundario incompleto) trabajan en la informalidad, esta cifra desciende al 15% entre quienes tienen formación universitaria completa. Sin embargo, los trabajadores con educación intermedia explican el 45% de la informalidad total, debido a que representan casi la mitad del empleo asalariado.
En cuanto a la distribución regional, la incidencia de la informalidad varía notablemente. La región patagónica exhibe las tasas más bajas, con un promedio del 20%, mientras que en el Noroeste (NOA), Cuyo y Nordeste (NEA), supera el 40%. A nivel aglomerado, Ushuaia registra la tasa más baja (11,7%), en contraste con Gran San Juan, que lidera con un 48%.
Los sectores de actividad económica también muestran grandes disparidades. En el sector público, la tasa de informalidad es apenas del 9,1%, mientras que en el servicio doméstico alcanza el 76,3% y en la construcción el 67,3%. El comercio, por su parte, concentra el 23% del empleo informal total, a pesar de que su incidencia es menor que en otros sectores.
El tamaño de las empresas marca diferencias notables en la incidencia de la informalidad. En establecimientos con más de 40 empleados, esta es del 11%, mientras que en las empresas de hasta cinco trabajadores asciende al 75%. Además, casi dos tercios de la informalidad total se concentran en estas pequeñas empresas, donde la precarización laboral suele ir acompañada de la informalidad de la propia empresa.
En términos de brechas salariales, los asalariados informales perciben, en promedio, un 46% menos que sus pares formales con características similares. Esto significa que si un trabajador formal gana $100, uno informal recibiría $54 por el mismo trabajo. Este fenómeno es aún más marcado entre jóvenes, mujeres y asalariados con menor nivel educativo, quienes enfrentan las mayores penalidades salariales.
La pobreza laboral está estrechamente vinculada con la informalidad. En el segundo trimestre de 2024, el 63% de los asalariados informales vivía en hogares pobres, en contraste con el 27% de los asalariados formales. Además, el 59% de los trabajadores informales no alcanza el valor de la canasta básica, mientras que solo el 8% de los formales se encuentra en esta situación.
Argentina se posiciona en una situación intermedia en la región en cuanto a tasas de informalidad. Uruguay y Chile tienen niveles significativamente menores, que oscilan entre el 9% y el 20%, mientras que Perú y Paraguay superan el 50%.
En conclusión, el empleo informal asalariado no solo afecta la calidad de vida de millones de trabajadores en el país, sino que también perpetúa desigualdades estructurales en términos de género, edad, educación y región. A medida que la informalidad laboral persiste, sus impactos en la pobreza, la desigualdad y las condiciones laborales seguirán siendo un desafío crítico para el desarrollo económico y social de Argentina.